sábado, 17 de octubre de 2009

Not Just another Happyness Essay!

Desde que Aldous Huxley propuso su “Mundo Feliz”, muchos han sido los intentos para definir e idealizar este esquivo “feeling – estado” de felicidad. Para Huxley, en un futuro no cercano, la sociedad enajenada por sus directrices y necesidades dictadas por la política y el mercado, prosperaba casi “sin errores” en un sistema donde los valores y la moral se desvanecían entre un ordenamiento predador de clases sociales que tenían claras funciones, inamovible definición y una vida escrita en los libros de cuentas del banco y del gobierno. Sabiendo que Huxley estaba exagerando; ocupando las pistas que la sociedad actual nos da sobre el rumbo de la “evolución humana” y el paradigma de la búsqueda de la felicidad, debemos detenernos y reflexionar sobre lo que el nos ha propuesto. ¿Es nuestro sistema el que finalmente definirá que es ser feliz, o somos nosotros, el único ser beneficiado con el entendimiento y la razón, quien finalmente se hará cargo de sus “armas” intelectuales y tomará las riendas de su propio destino, definiendo que es lo que quiere para si mismo, pudiendo definir que es la “felicidad” ?.


Desde tiempos inmemoriales se ha buscado definir (sintetizar) este concepto. Aunque algunos lo han encasillado en definiciones, son solo pinceladas del color del corazón del que las escribe. Esto, por la naturaleza compleja y también vaga del concepto. ¿Se trata de un estado anímico? ¿O trasciende el ámbito de nuestra mente y tiene que ver también con el cuerpo? ¿Que tanta incidencia tienen los factores que nos rodean (nuestro entorno) en nuestra felicidad? Son preguntas dificiles de responder y por cierto que a ratos se vislumbran respuestas no del todo precisas, o únicas. Sin embargo en lo que se puede establecer un consenso es en que la felicidad, mas bien el bienestar (“well-being”) se puede definir como un estado positivo que subyace todas las otras emociones, y que tiene que ver con nuestro estado mental (en menor medida también fisico), donde entran en juego factores como nuestro entorno y nuestro mundo interno, y por supuesto en directa relación con el “peso” que le atribuyamos (conciente o inconcientemente) a una serie de conceptos intrinsecos al ser humano como lo son nuestras satisfacciones y frustraciones, problemas y metas, conservación de principios, realización de ideales, etc etc. Así como un pendulo, el ser humano por inercia siempre buscará su estado de equilibrio, esto es, un estado de bienestar. Este estado es, en la generalidad, “buscado” por todos los seres humanos. Un monje Budista* decía que al escapar de sus sufrimientos, incluso aquellos que quieren quitarse la vida buscan la felicidad mientras viven.


Si complejo es definir, mas facil es diferenciar. En primer termino, se asocia mucho el concepto de placer al de felicidad, pero no son lo mismo. Esto, por una razón muy simple: el placer se consume a si mismo a medida que lo experimentamos. La felicidad, de ser experimentada, se nutre a si misma y crece. En palabras de Aristóteles “El placer así entendido, tiene una función de compañía y corona toda la actividad moral, pero no puede ser la meta de la existencia.” Un placer no solo corporal, sino mental y envolvente. Podríamos categorizar al placer como un “premio” gratificante. Se satisface una aspiración, un deseo, y se obtiene placer. Pero razones mucho mas potentes explican esta diferenciación y serán expuestas mas adelante.

Descartes* dijo: “Pienso, luego existo.” Dejando en claro que las cosas inertes no “existen”, solo son. Entonces uno ¿es feliz? o ¿existe feliz?. Claramente la “felicidad”, al ser un estado no perpetuo, tiene un carácter temporal. De esta temporalidad se puede aseverar que nadie “es” feliz, sino que está existiendo en un estado de felicidad temporal, que subyace todo lo otro. Es importante hacer notar esta diferenciación, puesto que nadie que no existe, puede ser feliz, puesto que en esa no-existencia no existe tiempo (ni ser).


La definición del “existir” tiene un vinculo inequívoco con el concepto de “felicidad” (¿Quien, y bajo que condiciones, “es” “feliz”?) Para seguir adelante, definamos de forma aproximada el “existir”. Entregaré tres aproximaciones del “existir” que me parece aportan a nuestro entendimiento del “ser” y del “ser feliz”.


Heidegger decía que la existencia está abierta a las cosas, pero está también abierta a los otros (“mitsein”). Existir es un ser con otros. Esto se ve evidente en el caso humano donde, sin sociedad, sin compañeros, sin apoyo, no somos capaces de sobrevivir. De hecho nuestra estructura genética solo puede trascender de ser acompañados por una “pareja”. En este sentido, el “ser con otros” nos abre una nueva ventana al estudio de que es ser “feliz”, puesto que ya no solo es una felicidad individual sino que tiene que ver con el prójimo. Muchos narcisistas dirán que esto es una falacia, que es una utopía pensar que el ideal de lo bueno, de lo positivo, de lo feliz tenga que ver con algo más que la silueta del yo, con algo más que el individuo. Para ellos, la existencia es individual y solo para cosas puntuales se vuelve colectiva. Pues ellos han sido privados del goce de hacer el bien, de sonreír arrancando una sonrisa, del apoyo del amigo cuando uno lo necesita, del aceptar que nuestra naturaleza no tiende a la soledad sino al grupo, a la interconexión. Del “mitsein” de Heidegger adhiero entonces un aspecto mas de este “ser feliz”: la felicidad se alcanza individualmente en un esfuerzo colectivo para obtenerla. De otra manera, se debe buscar la felicidad en conciencia colectiva.


De esta última frase se desprenden muchas cosas, que sin duda muchos gobernantes del mundo pasado y presente debieran haber entendido. No es sino nuestra naturaleza “humana” el ser “seres sociales”, y en este entendimiento, la búsqueda de la felicidad debe considerar a todos y cada uno de nosotros como un enorme “avance hacia” y no una búsqueda solitaria.

Por ultimo, en el ámbito de este “ser social”, es importante considerar las palabras del Dalai Lama*. El, a través de un ejemplo de vida, nos enseña a contemplar. ¿Que es contemplar? El simple hecho de observar respetando, querer al entorno, al prójimo. En sus palabras “establecer lazos donde no los hay”. Aunque suene simple, no lo es, puesto que muchas barreras inconscientes nos separan del entorno, del prójimo, sin quererlo. Obstaculos como los prejuicios y la envidia, que debemos intentar apaciguar. Para el Dalai, el principal elemento para la búsqueda de la felicidad y la paz interior tiene que ver con deshacernos de estas “barreras” y trascenderlas para llegar finalmente a contemplar con los ojos y el corazón abiertos el mundo que nos rodea. Queriendo y contemplando se establecen nexos a través de los cuales se puede comprender, aceptar y crecer en conjunto, cosa impensada en el caso de la vivencia del prejuicio o el odio.


Hemos visto entonces que el “ser social” como dimensión intrínseca del ser humano nos entrega ciertas pistas para la búsqueda de la felicidad: el contemplar y tomar conciencia de nuestro carácter de seres en sociedad.

Pues bien, en segundo termino, quiero citar a J.P Sartre*: "El hombre elige su posibilidad, sí: pero esa elección no es sino el mismo acto de creerla." La existencia no se cierra nunca para alcanzar una totalidad, una certeza en la que pueda descansar y proclamar "esto soy". De esta manera, obtenemos una segunda dimensión del ser: el ser posible. Llevándolo al extremo, Sastre expresará que “Dios, por ser perfecto y no tener entonces posibilidades, no “existe" ”. La piedra no existe, simplemente es. Nuestras posibilidades nos definen, ya que a través de ellas existimos y ejercemos nuestra libertad, condición intrínseca al ser humano. Entonces, ¿como podemos ejercer nuestra libertad de forma que nos acerque a la felicidad?. No queda otra respuesta que ser consecuentes. La consecuencia, en matemáticas, es una relación que conecta una afirmación cualquiera con lo que está lógicamente implicado por ella. En la vida es lo mismo, para ser consecuentes debemos entonces ser sensatos, transparentes y por sobre todo tener la capacidad de auto conocernos. (¿Como podríamos ser consecuentes si no sabemos a que serlo?). Deducimos entonces que el ser consecuente tiene mucho que ver con el auto conocerse (nuevamente, contemplar) pero también con el ser “valiente” (tener el valor de aceptar nuestra realidad y ejercerla de manera autentica, coherente).


Del “ser posible” hemos obtenido entonces algunas pistas: la coherencia, como base de nuestro ejercicio de libertad: el valor, para ejercerla de manera coherente: el contemplarnos, para conocer quienes somos y para donde queremos ir.

Este “ser posible” además lleva encadenado (digamos, adosado) la definición que mas me gusta del ser: el “ser haciendo”. Porque nadie que sea humano y cuerdo podría contradecir que la esencia del ser humano, al existir, es el hacer. No existe ser humano que pueda existir sin hacer: el hacer es innato a la dimensión corporal y mental que nos compone, y por ende, somos haciendo.


De esta manera, tenemos una tercera dimensión del ser que nos ayuda en nuestra búsqueda. Del texto de un connotado* y del video de otro*, distingo algunos conceptos que aportan a la búsqueda: el hacer con pasión, el hacer con altura de miras. Es básico, y está comprobado, que alguien que “hace sin pasión”, está vacío y ejerce su acción de manera mucho peor de quien la ejerce con. Una persona que hace las cosas sin pasión es como una manzana podrida, se mueve como un ente en la inercia de la vida sin un fuego propio que avive sus deseos, que busque sus objetivos, que sueñe fervientemente en sus metas. Y es evidente, puesto que la pasión es el símil de un motor para nosotros, los humanos. Sin pasión por ende, el motor casi se apaga, mientras que la pasión enciende el motor de nuestros corazones a fuego y nos hace “trabajar” en pos de lo que nos apasiona de maneras impensadas (inesperadas; más allá de lo esperado e incluso de lo necesario). Por eso es importante el trabajo de fomento de la motivación en la actividad humana. Sin ella, no hay espacio a un “hacer apasionado”.

Por otro lado, el hacer con altura de miras tiene que ver con el plantearse objetivos. En la naturaleza del ser humano está superarse (no para los mediocres, si para los ilustres que creen en si mismos) y en cuanto a eso, el plantearse objetivos que no estén al alcance de la mano llama al “ser haciendo” a exigirse, motivarse y avanzar en pos de sus objetivos. Esto, sin duda, es parte del bienestar o felicidad humana: trabajar por nuestros objetivos, exigirnos por ellos y por cierto cumplirlos.


Es así como el “ser haciendo” nos deja algunas directrices en la búsqueda de nuestro mundo feliz, boicoteando a Huxley: “somos haciendo”, y de esta manera, el hacer con “pasión” es la clave para ejercer nuestra acción de forma virtuosa, altruista. En este mismo sentido, el fijarnos y trabajar por nuestros objetivos llama al ser humano a superarse y a recabar “éxitos” (personales y de toda índole, no solo obtención de metas), importantes para nuestra satisfacción personal.


De esta manera, hemos podido deducir ciertos aspectos del “existir” que develan nuestra esencia y nos convocan a ejercer nuestra libertad de modo de buscar la felicidad. Esta felicidad esquiva y poco clara que de a poco levanta el velo que la cubre para mostrarnos un camino hacia ella. De esta manera, el “camino” no puede separarse de los caminos de los demás, aceptando nuestra dimensión “social” y la responsabilidad que antes esto nos cabe. Es mas, quizás lo mas humano que tenemos es algo que tiene que ver con el prójimo; el amor. Sentimiento que trasciende todo, como los colores en los cuadros de Kandisnky, nos une en un fervor de cariño y entrega a un prójimo. Es quizás la mejor muestra de que la felicidad no es algo intrínseco al individuo sino que lo trasciende en muchos aspectos. Es en el amor donde se funden entrega, crecimiento mutuo y respeto: valores que tienen que ver con el prójimo y que le dan valor a nuestra existencia como individuos, individuos en sociedad.












Pero no hemos hablado del entorno. Por definición no existimos en el vacío, y es nuestro entorno una realidad innegable (aunque la mecánica quántica presenta ciertas negaciones en cuanto a lo que la palabra “innegable” respecta). Podríamos decir también que nuestro entorno impone condiciones a nuestros estados anímicos y a nuestra vida en general, pero finalmente somos nosotros los dueños de elegir el camino para construir nuestra propia realidad. Matthieu Ricard, biólogo y también monje budista nos muestra en sus charlas que la mente se puede entrenar en pos de este camino de construcción. Somos nosotros agentes libres con la capacidad de moldear y asimilar mejor nuestra realidad, dejando pasar con mayor suavidad sentimientos oscuros como la ira, el rencor, la avaricia y el sufrimiento. A través de la meditación (que tiene que ver con el auto conocimiento) se alcanza la capacidad de aminorar estos “demonios” como diría Carlos Vignolo, para subyugarlos ante la potencia de nuestra construcción de la realidad en torno a nuestro “camino hacia la felicidad”.


¿Y cual es el camino? Me inclino por la propuesta de M. Escher*. En uno de sus famosos cuadros, se funden sin sentido aparente distintas “plataformas” de diversa orientación e inclinación, uniéndose a través de escaleras que se cruzan y derivan en múltiples caminos. Sin embargo, caminos (en su mundo) posibles de recorrer. Creo que el ser humano, en su compleja constitución e interpretación de la vida y el mundo, no puede ser considerado como una “plataforma estática”. Mas bien, somos seres dinámicos susceptibles a cambiar la orientación, el rumbo y la construcción de nuestra percepción de las cosas. En ese consenso, y según lo expuesto, la felicidad como camino* :


Un camino de contemplación, de asimilación del entorno y los que nos rodean como parte valida y valiosa de nuestra propia existencia y realidad.

De contemplación de uno mismo, para conocernos, aceptarnos, criticarnos, educarnos.

Un camino de coherencia, donde el ejercicio de la libertad tenga directa relación con nuestra construcción valórica.

Un camino de valor, para aceptar nuestra esencia y poder ser coherentes en ella.

Un camino de conciencia, donde sepamos que nuestras posibilidades son infinitas pero que debemos tomar esta responsabilidad con sabiduría y altura de miras, evaluando los resultados y aceptando que al ser seres en sociedad, no estamos solos en nuestras decisiones.

Un camino de pasión, donde nuestras acciones se inunden de su fuerza, logrando hacer más y mejores cosas en pos de nuestros objetivos, en pos de los demás y de nosotros mismos.

Finalmente, un camino de entrega, un camino de amor.


















Referencias Bibliográficas.

*Aldous Huxley, El Mundo Feliz.

*Matthieu Ricard Monje Budista en conferencia para TED

http://www.ted.com/talks/matthieu_ricard_on_the_habits_of_happiness.html

*Cita a Descartes: “Cogito ergo Sum”

*Libro de Heidegger “El ser y el tiempo”.

*Filosofía del Dalai Lama

*Jean Paul Sastre “El ser y la nada”.

*Jim Collins “Hedgehog Concept”.

*Carlos Vignolo “Repensando el pensar”.

* Maurits Escher – “House of Stairs” Cuadro.

*Parafraeando a Thorwald Dethlefsen y Rudiger Dahlke con su “La enfermedad como camino”.


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