lunes, 20 de agosto de 2007

Solo si tiene Whisky.

Desde que tenemos conciencia, nos son inculcados (o hemos aprendido) ciertos conceptos con mayor “prioridad” que otros. A algunas cosas les damos mayor “importancia” que a otras. Al principio, “comer helado” es mucho mas importante que “leer”. Después, “hablar educadamente” es mas importante que “correr”, etc. No son esquemas 100% homogéneos en todo el mundo, diferenciándose entre culturas o incluso entre estratos socioeconómicos. Sin embargo en nuestro entorno inmediato (ciudad dentro de un país) podemos hallar muchas similitudes en los “ordenes de prioridad” de las cosas. En el fondo, son “construcciones” de la realidad, que por osmosis la sociedad nos ha heredado.

Entendiéndolo así, también son esquemas que basan su justificación en la misma sociedad que los construye. Podemos poner el ejemplo de dos conceptos en antitesis, “puntualidad” vs “placer gastronómico”: ¿Por qué para un adulto es mas importante la puntualidad en el trabajo, que llegar tarde al mismo por comer (y disfrutar) un chocolate?

Claramente porque de esa manera no lo echan del trabajo, que necesita para subsistir (así ha sido construida nuestra sociedad y hemos crecido con ese paradigma desde siempre).

Siempre me he preguntado si se pudo haber construido nuestra sociedad en base a otros “paradigmas”. O mas simplemente, que pasaría si cambiáramos cierto “orden de prioridades”, y como afectaría esto nuestra calidad de vida. Que pasaría por ejemplo si el concepto de “placer” tuviera una prioridad infinitamente superior al concepto de “eficiencia”, o bien, “puntualidad”. Haciendo este “pequeño” cambio, el mundo tomaría rumbos que siquiera imaginamos.

Todo el que hacer humano tendería al bien propio y común, sin distinciones. Las actividades cambiarían, el concepto de “jornada”, “día” o “noche” perderían sentido o bien no existirían. Sería una atemporalidad, volcada a lograr actividades y/o pensamientos placenteros por sobre las rutinas clásicas de subsistencia que hoy conocemos.

No es fácil imaginarse, ni siquiera proyectar tales cambios en nuestra “construcción adquirida” de la realidad. De ahí el cuestionamiento sobre si la realidad existe como una “verdad” o siempre se basa en construcciones (muy probable y lamentablemente) casi siempre adquiridas.

Jefe: Porque llega a esta hora señor?
G: Jefe, me quedé 5 horas jugando poker con mis amigos.
Jefe: Y habia whisky?
G: Mucho.
Jefe: Bien. Juguemos el lunes que viene?
G: Y si jugamos ahora?
Jefe: Solo si tiene whisky.

Colores.

Sin duda que concentrarse en las cosas es, en general, beneficioso. El estudiante que se concentra en su estudio, el deportista en su entrenamiento, la mamá en sus hijos. Se hacen (y sienten) mejor y mas intensamente las cosas. Pero concentrarse requiere tiempo y energía. De ahí radica la pregunta: ¿Hasta que punto hay que concentrarse en las cosas? Y ¿En que cosas concentrarse? Claramente elegiremos aquellas que nos parecen importantes y buscaremos un equilibrio entre todas ellas.

Es importante acotar que todos tenemos gustos, al menos, distintos. Algunos gozan del arte tanto como otros del deporte. Algunos gustan de la buena comida tanto como otros de bailar. Algunos odian los lugares oscuros tanto como otros no soportan el silencio. Otros jamás han encontrado en los animales algún interés, como la adolescente que jamás ha escuchado música punk por encontrarla poco atractiva (y no especialmente desagradable). Es en este sentido en el que nace otra pregunta: ¿Que tan beneficioso puede ser para cada uno, concentrarse en cosas que usualmente no gustamos, o al menos no damos importancia?

A veces concentrarse en los colores del “Frugelé” y sentir su textura antes de comerlo puede resultar una buena experiencia. O bien, relajarse y poner luz tenue con música de “Chopin” de fondo posiblemente agrade y relaje a mucha gente. Disfrutar la verdadera intensidad del vaso de agua con hielo cuando tenemos sed no es algo que hagan todas las personas...

Son los placeres ocultos de las cosas simples, que no disfrutamos cotidianamente por el solo hecho de no concentrarnos en cosas que nos parecen “poco atractivas”o bien por no darnos el tiempo.

Esto va incluso mas allá, y no solo relacionado con el concepto de “agrado” sino con el concepto de “asombro”. Concentrarse (tomar conciencia integral de algo, lo que lo define, su relación con el entorno, sus cualidades y propiedades y su nexo con nosotros mismos) es un ejercicio que pocas veces hacemos (hago) y que en muchos casos conlleva experiencias y resultados, a lo menos, especiales.


No es raro ver a los niños sonriendo mientras miran fijamente árboles, figuras o colores. ¿Estarán concentrados?...



domingo, 19 de agosto de 2007

Tranquilidad y Euforia.

Me tocó la suerte (¿y si no me hubiera tocado sería para bien?) de ir a una fiesta electrónica. Tocaba un connotado DJ europeo, mas conocido como Yahel. Sin duda que el 99% de los que están leyendo, jamás habían escuchado tal nombre. Hace 6 dias me habría sumado a la lista.

Claramente motivado por lo energético y "rápido" de los temas, comencé a escuchar música electrónica hace mas o menos un año. De a poco empecé a tomarle el gusto. A mi entender, la música electrónica tiene una particularidad: uno la construye en conjunto con el DJ, y no es tan solo un espectador de la misma. En este sentido, y aunque no lo crean, la música electrónica es una buena herramienta tanto para pensar como para bailar. Es tanto un canal de introversión como de extroversión. Peculiar e interesante.

Es así como llegué a una fiesta electrónica. Ya en la fila, una mujer disfrazada de mariposa rosada que no hablaba con nadie pero se movía como tal, llamaba la atención de la gente (y la mía.. "¿que pensará esa mina?.... mierda, que opaco es mi chaleco negro para esta fiesta.."). Nunca supe si era parte de la producción del evento, o una asistente mas. Lo que viví adentro de la fiesta me indicaría luego, que muy probablemente, jamás encontraré esa respuesta.

Entramos: oscuridad, luces laser verdes, humo, calor y música electrónica de la que no te olvidas en dos dias. Un DJ en vivo, y muchísima gente. Pero no cualquier gente. O mejor dicho, si cualquiera. Porque adentro no había exclusión, no había prejuicios, no había dogmas. Desde niñas de 16 años vestidas en tonos claros, pasando por modelos vestidas de forma elegante, un "moises" moderno, un par de hiphoperos del bronx, algunas estudiantes europeas en bikini o una pareja de japoneses de no menos de 60 años sacando fotos. El tipo de 2 metros con rasta que bailaba a ritmo lento con lentes morados no era el centro de la fiesta, era uno mas. Esa relajación en cuanto el "individuo" en pos del sentimiento de grupo era notable.

Diversidad, intensidad, movimientos rapidos y lentos... DJ Yahel en trance poniendo temas que nunca había escuchado. Las proyecciones psicodelicas en las paredes, y los lasers en el humo le sugerian una noche poco común. Casi surrealista, abstracto. La gracia de esta fiesta no son, paradójicamente, los colores y las imágenes. Los personajes o los bailes. Es algo mucho mas sencillo y a la vez abrumador.

El sentimiento que me abordaba, y de seguro a los que cerraban los ojos en la barra de mi izquierda también, era un sentimiento tan extraño como espectacular. Era comunión y flujo, era aceptación sin miramientos, era expresión a través de la música, alegría pero preocupación, era un viaje musical por tu propia realidad, un extraño equilibrio entre tranquilidad y euforia.

Lo que viví en esa fiesta va a trascender en mi perspectiva de las cosas. ¿Que es lo que separa a la música electrónica de las demás? ¿Porque se produce esa empatía con los demás, con uno mismo? ¿Son los factores externos los que lo provocan o nuestra propia disposición?.

Fue mi experiencia aquel dia con la musica electronica como "canal" de introversión y extroversión, notable.

Es un desafío averiguar cosas y uno mayor, admitirlas cuando son evidentes.

.... ¿y si la niña vestida de mariposa sintió profunda curiosidad, casi miedo, al ver a un tipo vestido de chaleco negro observándola en la fila?...



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